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Viernes, 28 de marzo de 2008 
El Diplomático: Un Genuino Servidor Público
Discurso del Canciller, Alejandro Foxley, con Motivo de la Celebración del Día del Diplomático
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Quiero agradecer la presencia de todos ustedes en este acto. Quiero agradecer, especialmente, la presencia del padre Jaime Ríos, de quien somos conocidos de muchos años. Es un gran educador, y lo sé de muy cerca porque mis hijos fueron, en parte, educados por el padre Jaime.

 

Quiero agradecer, también, la presencia de los señores embajadores, de las señoras embajadoras, de los miembros del Cuerpo Diplomático, de las personas que tienen cargo de dirección en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y de todos ustedes, con los que conformamos un equipo fundamental que nos va a permitir seguir adelante con las tareas, no siempre fáciles, algunas de las cuales ha hablado el Presidente de ADICA, Marco Aguayo.

 

Agradezco muy especialmente esta invitación de ADICA, que tiene un significado especial en términos, primero, de valorar y de hacer público una vocación que siempre hay que estar reiterando. Un reconocimiento a las personas que por esfuerzo, por mérito y calidad profesional asumen un cargo, un rango de embajador y lo mismo respecto de las personas que se van a hacer cargo de distintos consulados.

 

Este es un oficio que es una carrera muy larga, que no siempre tiene puntos altos, que a veces tiene paréntesis, en el desarrollo personal. Y por eso encuentro muy atinado que ADICA haya escogido este Día del Diplomático para expresar, simbólicamente, un reconocimiento a las personas que están destacándose en esta tarea.

 

 

El paralelo que se puede hacer de vuestra tarea, tal vez sea con las fuerzas armadas, que también tienen una misión de servicio al país. Son labores cotidianas, a veces difíciles y otras no suficientemente reconocidas. Por ello, me alegro mucho de que algunos de sus representantes nos acompañen en esta reunión.

 

Marco Aguayo señalaba una visión que compartimos plenamente respecto de que tenemos que hacer un esfuerzo grande y continuo para sacar adelante este proyecto de modernización de Cancillería, de la cual se ha hablado tanto y por tantos años por varios gobiernos.  Quiero ser franco con ustedes: Todavía no logramos remover todos los obstáculos. Los obstáculos internos ya los removimos y tenemos un acuerdo muy grande con las organizaciones gremiales para llevar adelante. Y ahora tenemos algunos obstáculos externos, que prefiero no identificar. Pero, por supuesto, la Presidenta de la República tiene un alto interés en que este proyecto ocurra, se realice, y por eso estoy optimista de que al final vamos a lograr materializarlo.

 

Yo quisiera hacer una breve reflexión de lo que significa este día y la tarea que los diplomáticos realizan. El embajador Bernstein fue un diplomático de una gran trayectoria, que ustedes homenajean en el afiche con el que convocaron a este encuentro. Él afirmaba que, tras 50 años de ejercicio profesional, podía ratificar, por su experiencia de vida, que la diplomacia es el instrumento más adecuado para evitar que la fuerza debilite las relaciones entre los pueblos. Esta afirmación la hemos podido apreciar una vez más en la práctica en estas semanas recientes donde nuestro trabajo como Cancillería, junto con el trabajo de otras Cancillerías de la región, ha estado orientado a evitar que dos naciones hermanas muy cercanas a nosotros, como son la República de Ecuador y la República de Colombia, se enfrentaran en un conflicto que habría significado dolores no sólo para sus habitantes, sino que para todos, para la región en su conjunto.

 

 

Y a los que hemos ha participado en este trabajo –aquí hay algunos directores presentes–, tenemos la convicción que han sido la fuerza de los instrumentos desplegados por la diplomacia en estos países, y en todo Chile, lo que ha logrado que se abriera el camino del entendimiento. Esa sola contribución, hay que tenerla siempre presente en aquellos largos procesos que, a veces, son un poco difíciles de sobrellevar cuando el trabajo se hace rutinario. Pero, en este caso en particular, hubo momentos en que en las conversaciones que teníamos con nuestros colegas Cancilleres de otros países se veía cómo un conflicto que de binacional podría convertirse en regional y que podía tener connotaciones –incluso armadas– bastante difíciles.

 

Y fueron los diplomáticos los que hicieron posible que, a través de raciocinios, de racionalidad y de espíritu de hermandad, haya sido elegido, una vez más, el camino de la paz, el camino del diálogo.

 

De eso se trata la diplomacia, de abrir soluciones a los problemas que siempre hay entre los países. Soluciones que satisfagan a las partes de manera permanente, exigiendo para eso la colaboración, la integración y la cooperación entre nuestros países.

 

Nosotros también en este tiempo hemos hecho afirmaciones importantes respecto de que el diplomático siempre se tiene que desenvolver en un marco predecible. La diplomacia no es el lenguaje de la guerra. Es el lenguaje de la racionalidad, pero también es el lenguaje del Derecho Internacional, aceptado por todos, siempre y en cada circunstancia. Y en el caso del conflicto que recién comentamos, había un principio del Derecho Internacional que nosotros entendimos –porque siempre lo hemos entendido, y porque es el único que puede permitir que en nuestra región la paz, la cooperación y la integración–, que es el principio de la inviolabilidad de las fronteras. Lo hemos defendido también en estos días con la misma fuerza y convicción al presentarnos –aquí está nuestro Agente y Subsecretario de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren– ante el Tribunal de La Haya.

Lo central del fundamento de lo que Chile ha dicho con motivo de la demanda peruana en La Haya es que el pilar fundamental de una convivencia en la región latinoamericana y sudamericana es el cumplimiento de los tratados, especialmente aquellos tratados que han sido reconocidos en el uso práctico como principios esenciales de las relaciones en nuestra región durante muchas décadas.

 

Digo esto porque un buen diplomático es una persona que defiende los intereses de un país a partir de las certezas que da el Derecho Internacional. A partir, también, de un conocimiento fino, profundo y equilibrado de la historia, del país, de la región y de mundo, hoy día globalizado, como decía Marco, en el que nos tenemos que desenvolver. Que se guía por principios y valores. Que no cae en un pragmatismo que se inclina hacia donde soplan los vientos, sino de principios permanentes de la política exterior.

 

Y yo les quiero señalar, con mucha modestia, que es un enorme orgullo representar desde esta Cancillería, junto con un equipo muy destacado, a un país que ha tenido una constancia, una persistencia, en defender esos principios de la política exterior, independientemente de los colores políticos del Gobierno que está, en esos momentos, dirigiendo los destinos de la nación chilena.

 

Este país se ha planteado frente al mundo en una línea amparada en el Derecho Internacional y  con el consenso nacional básico que se mantiene a través del tiempo. Y yo quiero reconocer aquí, públicamente, la reacción que hemos tenido de los distintos sectores políticos de Chile frente a la política exterior que hemos desarrollado en sus distintos ámbitos, y muy particularmente en el caso de enfrentar una demanda –que nosotros consideramos injustificada– en el Tribunal de La Haya.

 

Y también creo que hay que celebrar que la política exterior de Chile ha sido implementada por un Cuerpo Diplomático altamente profesional, habituado y acostumbrado a trabajar con un sentido y conforme a ciertas directrices estratégicas que se acuerdan en el nivel de Gobierno –cualquiera sea el Gobierno– y que se implementan profesionalmente, disciplinadamente, ordenadamente y persistentemente, porque este es un Servicio Profesional con mayúsculas. Y los países modernos avanzan, progresan y entran al primer mundo cuando sus instituciones tienen esa permanencia en el tiempo, ese sentido de Estado y ese sentido de Nación, más allá de los vaivenes de la política democrática, que siempre tiene ruidos, variaciones, alternancias, etc.

 

Un diplomático del siglo XXI es una persona que entiende las distintas dimensiones del mundo global. Que está atento al desarrollo de la sociedad del conocimiento. Este es un punto fundamental. Algunos, a lo mejor, se van a extrañar de que en los próximos meses, una de las iniciativas principales de política exterior va a ser poner en marcha un acuerdo de cooperación en el nivel de todas las instituciones –sobre todo la de la sociedad del conocimiento– entre el Estado de Chile y el Estado de California, cosa que anunciamos con Condoleezza Rice hace unos días. Porque la diplomacia tiene que ayudar a abrir caminos a un país, y en el mundo globalizado, a lo que viene, que es la sociedad del conocimiento. Y los diplomáticos tienen que entender eso y trabajar con los rectores de las universidades, con los directores de centros de investigación tecnológica y con empresas y con otros países que puedan hacer un aporte en conocimientos y tecnologías. Esa creatividad para generar nuevas oportunidades, junto con la sociedad civil, es un complemento de lo que ha sido la tarea tradicional de los diplomáticos en un país como Chile.

 

Queremos ser un país desarrollado. En 20 años necesitamos diplomáticos que entiendan que la creatividad –a veces, con el apoyo de empresarios o de los científicos–, también debe ser un patrimonio y una responsabilidad de ellos.

 

Un diplomático es un genuino servidor público, que también  debe tener, como objetivo, lograr los mejores beneficios para sus compatriotas. Y este es un país –lo conversábamos ayer en la despedida que le dimos a Fabio Vío– que tenía, más o menos, a 800 mil ciudadanos chilenos viviendo en el extranjero. Pero con la nueva ley que da la nacionalidad a hijos y nietos de chilenos que están en el extranjero, ya vamos a tener del orden de 1 millón y medio a 1 millón 800 mil chilenos, nacionales de este país, que viven en el extranjero. 10% de nuestra población. Y, por lo tanto, la tarea diplomática debe tener una antena muy atenta no sólo en que lo que hagamos afuera beneficie a los chilenos que están aquí, sino que considerar cómo lo que hacemos aquí, como Cancillería, ayuda también a que los chilenos que viven afuera se sientan parte de un mismo proyecto nacional.

 

Estas virtudes están todas latentes acá. Yo creo que muchos de ustedes tienen muy clara la dirección en la que tenemos que avanzar.

 

Junto con el Subsecretario van Klaveren y el resto del equipo directivo, como lo decía al comienzo, nos hemos comprometido a trabajar con mucho énfasis en esta fase de modernización de Cancillería para facilitar, precisamente, que ustedes, los diplomáticos, puedan hacer la mejor gestión posible en las distintas tareas que hemos descrito.

 

Quisiera también decir que en este año vamos a entender mejor internamente lo que es la sociedad del conocimiento. El año pasado dimos un paso modesto, pero que está efectivamente funcionando. Ofrecimos dos becas para que funcionarios de la carrera, a mitad de carrera, pudieran ir a los centros de excelencia en el mundo a hacer un postgrado que les permitiera volver y hacer una práctica más de especialidad en la carrera diplomática.

 

El lado bueno es que sí, logramos que una persona, una funcionaria, Verónica Rocha, fuera seleccionada para ir. Está en Johns Hopkins que es, probablemente, la mejor Escuela de Relaciones Internacionales que hay en Estados Unidos, y una de las mejores en el mundo. Pero también debo decir que las becas eran dos, y sólo otorgamos una, principalmente porque, tal vez el tiempo era escaso, no hubo suficientes postulantes...

 

Nosotros quisiéramos que en los próximos años, como parte del diseño de la carrera, algunos de ustedes, que están a mitad de camino, consideren esa posibilidad. A lo mejor, si uno suma y resta los ingresos que va a obtener cada mes, va a tener que hacer un cierto sacrificio mientras está con la beca. Pero lo que acumula como capital humano, capital de especialidad y, por lo tanto, como aporte futuro a esta Cancillería, será un balance extraordinariamente positivo.

 

Por eso, yo espero que tanto en ese proyecto de modernización, como en tantas otras iniciativas que surjan de nosotros, o de Adica, o de alguna de las otras organizaciones, que podamos recogerlas. Que el destino sea un trabajo conjunto. No siempre vamos a estar ciento por ciento de acuerdo, pero esperamos poder seguir adelante con ese espíritu.

 

Estimadas y estimados funcionarios e invitados:

 

Como lo ha señalado la Asociación, la entrega de emblemas que se realiza hoy se enmarca dentro del propósito general de rescatar tradiciones importantes para esta Cancillería. También busca impulsar nuestro patrimonio cultural, que es un elemento muy importante en el trabajo diplomático.

 

Quiero de nuevo agradecer a ADICA que haya organizado este evento y manifestar nuestra disponibilidad para abrir todas las posibilidades de comunicación en las tareas comunes que tenemos para adelante. Desearles a todos los embajadores y a las personas que están designadas aquí, una gestión exitosa y que sientan la extraordinaria experiencia de tener una destinación en países de los cuales siempre hay mucho que aprender, y traer esas experiencias acá para que así podamos aprender nosotros.

 

Muchas gracias.