Este homenaje que el Ministerio de Relaciones Exteriores le rinde hoy al embajador José Miguel Barros es más que una distinción: es el merecido reconocimiento a uno de nuestros más destacados embajadores, un hombre respetado y admirado en esta casa: su casa, estimado don José Miguel. Ud. dedicó su vida al servicio de Chile y en esa función fue un exitoso defensor de nuestros límites, convirtiéndose con el tiempo en una voz incansable en favor de la carrera diplomática y de su profesionalización.
De hecho, en esto quisiera hacer una expresa mención a la Asociación de Diplomáticos de Carrera, ADICA, por su propuesta para efectuar este acto, junto con el impulso y apoyo para la materialización del mismo.
También, me es grato consignar que en este acto se encuentran presentes un alto número de miembros del servicio exterior, en todos sus grados y el curso completo de primer año de la Academia Diplomática de Chile. Esto es la demostración palpable de lo que representa don José Miguel en este Ministerio.
Recordar y distinguir a quienes nos antecedieron y tanto hicieron por nuestro país es esencial. Sin ellos somos como un árbol sin raíces, que cae al primer viento. Por eso, quiero también mencionar las ceremonias efectuadas en honor de don Oscar Pinochet de la Barra, Enrique Bernstein Carabantes, René Rojas Galdámes, Jorge Berguño, Pedro Daza y Hernán Cubillos. Un saludo especial a su memoria y legado.
Amigas y amigos.
Abogado, diplomático e historiador, Don José Miguel Barros pertenece a esa generación que ingresó al servicio exterior de Chile en la década del cuarenta y que apoyó la conducción de nuestra política exterior con singular brillo en momentos de fuertes tensiones vecinales y regionales.
Cabe recordar que desde mediados de los sesenta hasta parte de los ochenta tuvimos dos arbitrajes y una mediación con uno de nuestros vecinos, rotas las relaciones diplomáticas con otro y una fuerte tensión con un tercer vecino, que culminó con la declaración de "persona no grata" de nuestro representante. A todo lo anterior podemos añadir la debilitada posición internacional de Chile y su aislamiento durante el gobierno militar.
En ese ambiente en el cual le tocó desarrollar parte de su carrera, el embajador José Miguel Barros destacó en el desempeño de las tareas encomendadas a lo largo de distintos gobiernos, en los que actuó siempre con un alto sentido de responsabilidad y lealtad profesional. Aportó rigurosidad en la descripción de los hechos, y profundidad y calidad en cada uno de sus razonamientos.
Don José Miguel tuvo una gestión diplomática caracterizada por sus permanentes estudios y su incesante investigación histórica, junto a una sólida formación jurídica, dejando como legado a esta Cancillería incontables evidencias de sus talentos en el debate y en la negociación a favor de Chile.
Estimadas amigas y amigos. Uno de los factores decisivos para la independencia, seguridad y paz de un país es la clara delimitación de sus fronteras. Don José Miguel cumplió un rol ejemplar en la defensa de la integridad territorial, que da vida y sustento a nuestra nación.
En su destacada labor como agente en las causas arbitrales del Palena y el Canal Beagle, acompañó a su agudo conocimiento jurídico, un vasto y profundo conocimiento de la historia. En ambos pleitos su talento consistió en comprender que la verdad jurídica sólo tiene sentido cuando va unida a la verdad histórica. Y con esas verdades amalgamadas, don José Miguel logró estructurar una estrategia diplomática que condujo a que Chile confirmara su soberanía sobre importantes territorios.
Como no recordar en esto al ex Canciller Gabriel Valdés Subercaseaux, quién, refiriéndose a don José Miguel como Agente de Chile en el pleito del Beagle, lo calificó como el mejor jurista que Chile tenía para ganar ese litigio. "Extraordinario. Y el pleito del Beagle lo ganó José Miguel", señaló en una entrevista.
Sin embargo, su labor fue más allá de la defensa de los intereses fundamentales de la patria, pues también sus aportes e investigaciones históricas contribuyeron a ilustrar importantes episodios de nuestra actividad diplomática, así como comprender la relevancia de las relaciones vecinales y a mantenerlas en lo más alto de la política exterior chilena.
En lo personal, agradezco sus estudios sobre mi antepasado José Miguel Carrera, sobre el cual usted ha escrito tanto en lo relativo a archivos personales, como a su viaje a los Estados Unidos o la vinculación con el primer enviado norteamericano a Santiago, Joel Robert Poinsett, de quien acabamos de celebrar 200 años desde la presentación de sus credenciales al prócer Carrera.
Es importante también indicar que el Embajador Barros se preocupó de legar a las nuevas generaciones diplomáticas todas las importantes vivencias y experiencias recogidas en su tarea como Agente Arbitral, publicando libros que contienen la documentación de esos procesos, realizando charlas y presentaciones sobre estas materias o escribiendo estudios específicos sobre los mismos.
Es una realidad que la proyección internacional de Chile es cada vez más relevante para el desarrollo del país. Sin embargo, sería impensable proyectar un exitoso desempeño de nuestro país en el plano internacional, sin contar primero con la sólida base de un buen relacionamiento con la región, en general, y nuestros vecinos, en particular.
En esta tarea, para tener una política exterior que coseche éxitos, tal como don José Miguel lo ha afirmado incansablemente, nuestro Servicio Exterior es una herramienta indispensable. Usted ha defendido con el ejemplo y a través de sus escritos, presentaciones y cartas a los medios de prensa la importancia de la carrera funcionaria y la diplomacia profesional.
Muchos coincidimos con Usted en que Chile requiere con mayor fuerza que nunca una diplomacia sólida, pero a la vez dinámica y abierta a la discusión de nuevos temas; integrada por profesionales con una profunda vocación de servicio público, de excelente formación universitaria, capaces de actualizar permanentemente sus conocimientos; de compromiso innegable con el trabajo, que pongan cuidado tanto en los detalles de cada uno de sus actos como en las tareas más visibles de este oficio.
Virtudes todas que destacaron en las diferentes responsabilidades encomendadas a don José Miguel y que hoy son ejemplo para las actuales generaciones de diplomáticos, que hacen de esta labor una profesión.
Estimado embajador Barros, su legado es invaluable. De ello dan testimonio generaciones de alumnos que Usted formó en las aulas universitarias y que hoy se desempeñan en diversos ámbitos del quehacer nacional, incluida la diplomacia. Usted aportó no sólo agudos y complejos análisis jurídicos, sino también la motivación para investigar asuntos de interés nacional. Como Usted ha señalado "Una idea nunca se petrifica, es dinámica, se va enriqueciendo con el debate y la discusión". Ese es el legado que dejó como ejemplo a las actuales y futuras generaciones de diplomáticos chilenos.
Quiero también hacer presente un aspecto que a veces se olvida. En la vida errante e inesperada de las destinaciones y traslados que conforman la hoja de ruta del servicio exterior, es indispensable contar con el apoyo y el remanso que proporciona una familia. Por ello, en este momento quisiera hacer llegar un fraternal saludo y reconocimiento a la familia que lo ha acompañado y apoyado a lo largo de su vida. Su señora Elna, que representó a Chile en las más diversas circunstancias y rincones del mundo; sus hijos e hija, distinguidos profesionales que hoy desde otras áreas siguen contribuyendo al prestigio y presencia de Chile en la región.
Distinguido embajador, estimado don José Miguel, al concluir mis palabras quiero expresarle a Usted, en nombre del Estado de Chile y de esta Cancillería en particular, nuestro reconocimiento y respeto.
El país le está agradecido y, por sobre todo, nuestra Cancillería orgullosa de poder honrar a uno de nuestros diplomáticos, cuya vida al servicio de la patria es ejemplo de esta hermosa labor que es trabajar para Chile.
Embajador, en testimonio de esta gratitud del Ministerio de Relaciones Exteriores, lo invito a que se acerque para hacerle entrega de un presente como recuerdo de este sentido acto en su homenaje.
Muchas gracias.