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Santiago, 27 de enero de 2012 
Discurso del Ministro (s) de Relaciones Exteriores, Fernando Schmidt Ariztía
Día de Conmemoración del Holocausto
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Nos reunimos hoy para conmemorar el Holocausto judío.

Sin embargo, quisiéramos no estar acá.

Hubiéramos querido que esta conmemoración, que recuerda un episodio singular y terrible de la historia reciente de la humanidad, no hubiera jamás tenido lugar. Sin embargo aquí estamos. Y, entre nosotros, presentes en este acto, testimonios vivos de lo ocurrido, se encuentran sobrevivientes del Holocausto y descendientes de sus víctimas; de la "Shoah", de "La Calamidad".

Hoy, hace 67 años, el 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas entraban al campo de concentración Auschwitz-Birkenau, de vergonzosa memoria. El centro de exterminio más grande construido por la Alemania nazi. Del millón de personas que pasaron por sus galeras, los rusos encontraron ese día 7000 sobrevivientes.

Hace seis años, la Organización de las Naciones Unidas instituyó este día, tanto para honrar la memoria de los muertos como para mantener viva la memoria de un genocidio que no puede volver jamás a repetirse.

La memoria histórica es muy importante. En el trayecto de la humanidad - en el de cada país, en el de cada persona - el recuerdo es uno de los principales componentes de la identidad. En otras palabras, somos, en buena medida, lo que hemos vivido y la conciencia que tenemos sobre aquella vivencia. Y en buena medida también el Holocausto extendió la frontera, los límites de lo que significa ser humano. Un acto colectivo de tal barbarie y premeditación es un llamado de alerta que no podemos olvidar, porque nos muestra a todos de qué somos capaces en aras de ideas tan monstruosas como equivocadas.

Hubo quienes se empeñaron en sobrevivir a toda costa para, precisamente, poder dar testimonio. Para que quedara en la memoria colectiva. Hermann Langbein, por ejemplo, un sobreviviente de Auschwitz:

«Por mi parte, había tomado la firme decisión de no quitarme la vida pasara lo que pasase. Quería ver todo, vivirlo todo, experimentar todo, guardar todo dentro de mí. ¿Para qué, puesto que nunca tendría la posibilidad de gritar al mundo lo que sabía? Sencillamente porque no quería desaparecer, no quería suprimir al testigo en que podía convertirme».

Afortunadamente Langbein sobrevivió y pudo ser testigo para entregar todo aquello que había guardado dentro de sí, igual que otros sobrevivientes del Holocausto como Primo Levi, Elie Wiesel, Imre Kertesz y otros más. No podemos decir muchos; son, en realidad, un puñado al lado de los seis millones de judíos exterminados en la Shoah, entre ellos un millón y medio de niños - "niños tristes y asustados", los llamó Wiesel.

Primo Levi sintetizó lo que estamos hablando ahora refiriéndose a su libro Si esto es un hombre cuarenta años después de su publicación:

«El libro podía ser interpretado como un testimonio universal de lo que el hombre es capaz de hacer de otro hombre, y en este sentido no tiene valor únicamente en Alemania».

El sitio del Museo de Yad Vashem, que conmemora en Jerusalén a las víctimas del Holocausto, atribuye al historiador Simón Dubnow el haber dicho a los judíos que aún seguían con vida en Riga el 8 de diciembre de 1941, el día que murió fusilado: "Yidn, schreibt!" (Judíos, escriban!).

Así en realidad lo entendemos todos. Por ello se instituyó este día, porque el Holocausto es una lección para la memoria de toda la humanidad, para la memoria de cada uno de nosotros, y para la de todas las generaciones que vienen.

La indiferencia nunca es una respuesta. Para el gobierno de Chile y para nuestro ministerio es muy importante participar en estas actividades. En nuestra historia también hubo violaciones a los derechos humanos. Esos actos, que forman también parte de nuestra historia, no pueden repetirse más. Por eso proclamamos con fuerza la doctrina de la defensa de los derechos humanos en todo tiempo y en todo lugar; y por eso también participamos activamente en esta conmemoración, para que la memoria y el testimonio permanezcan vivos y presentes.

Solidarizamos con el pueblo judío y con todo pueblo que haya sufrido o este actualmente sufriendo por violaciones a sus derechos individuales y colectivos. Compartimos el dolor por las víctimas del Holocausto, tantas víctimas, asesinadas con tanta saña. Asesinadas por su sola condición de judíos o por disentir de un régimen oprobioso. Todas ellas, cada una de ellas, como nosotros, tenía un nombre y una familia. No fueron ni serán anónimas en nuestra memoria.

Coincidimos con Elie Wiesel en que "este recuerdo ardiente permanece, y nosotros, ustedes y yo, ustedes y todos nosotros, somos ahora sus privilegiados custodios".

Compartimos también el anhelo profundo y sincero de construir un mundo en donde nadie se sienta superior a otro semejante, y menos hasta el extremo de querer borrarlo de la faz de la tierra, de negarle su derecho a existir en razón de su origen étnico o de sus creencias. En este sentido, esperamos avances en la aprobación de la ley que "Establece medidas contra la discriminación", que ya se encuentra en su tercer trámite constitucional en nuestro Parlamento.

Saludamos a la comunidad judía de Chile. Chilenos que han hecho significativos aportes en tantos campos. En la cultura, en la economía, en la reflexión, en la ciencia. Es una comunidad viva y vital, que se siente y es parte de Chile como todos los habitantes de esta tierra, cada cual con su historia propia y su particular identidad cultural.

En el mundo de hoy, el mundo de la globalización, cada nación debe aceptar y cultivar también la diversidad, porque nos enriquece a todos, y por eso valoramos más todavía a esta comunidad que comenzó a constituirse hace décadas y que hoy es parte indiscutida de la comunidad mayor que llamamos Chile.

Quiero terminar estas palabras citando nuevamente a Primo Levi, cuando, al finalizar una entrevista, le piden que formule un gran deseo suyo, una esperanza:

«La esperanza es que la paz dure, que todas las guerras acaben, que el mundo viva, si no feliz, al menos en paz».

Muchas gracias.